viernes, 16 de mayo de 2008

Relato de Ancaria

Llevaba un largo tiempo en aquel asunto, aunque su voluntad era muy grande.
Mientras atravesaba el pasillo, pensó en su último esfuerzo.
Solo un hexágono y unas cuantas palabras arcanas y bastaría para forjar su imperio.
Orcos y goblins se estaban juntando en un ejército a su favor, a cambio de ofrecerle las riquezas de la población humana.
Orcos y goblins.
Las dos razas que más habían alterado la paz del Reino Humano ahora estaban a sus servicios.
Shaddar sonrió. Pensó en los dos guerreros orcos que tenia protegiendo sus espaldas y en los goblins que le estaban preparando el hexágono para el ritual.
Además, los elfos oscuros de Zhurag-Nar, el Reino de DeMordey (uno de los dos componentes del Reino Humano) y la parte más oscura del Cónclave de Magos estaban a sus órdenes, listos para atacar a lo restante del Reino Humano.
Y ahora iba a dominar el inframundo.
Entró en la gran sala.
Los goblins ya estaban alistando los últimos detalles, y cuando hubieron acabado y miraron a su amo, se sintieron intimidados.
Los rasgos de Shaddar intimidaban realmente, él era un elfo oscuro renegado, desterrado hace casi seiscientos años, por matar al príncipe de los Elfos. Como señal que no infundía respeto al Reino Élfico, se tiñó el pelo de negro.
Su nariz era puntiaguda y sus orejas también. Sus ojos eran grises, con las pupilas amarillas, muy poco corriente entre cualquier raza de Ancaria. Medía quince palmas y media, y siempre vestía con una túnica negra. Había aprendido todas las raíces de la magia porque Datraiem, un mago del Cónclave, lo adoptó y le enseñó como si fuera su hijo.
Los goblins hicieron una reverencia prolongada y se retiraron bruscamente ante la presencia de su amo, y uno se atrevió a decir:
-Miseñor, ya está todo preparado para el ritual, pronto será el Amo y Señor de todo ser viviente.
Shaddar hizo una media sonrisa, y ordenó a los goblins que se fueran. Subió a lo más alto de la sala y ordenó a sus guardaespaldas orcos que se quedaran en la escalera.
Delante de él se veía toda la sala, con el hexágono en el medio. Detrás suyo había un pequeño estante con libros de hechicería y necromancia, y a sus lados unas escaleras que llevaban a bajo de la sala.
Decidió no tardar más y empezar el ritual. Sacó un pequeño libro de su túnica y lo abrió hasta que encontró las páginas. Allí había un dibujo de lo que tenía que invocar, la descripción de la invocación y las palabras del hechizo, todo en arcano. Él se lo sabía de memoria, pero tenía que extraer una pequeña parte de energía del signo arcano que se hallaba grabado al final de la explicación. Empezó a acumular energía. Debía pensar en la descripción de lo que quería invocar, mientras decía las palabras adecuadas. Empezó a recitar. Pensó en una bestia, una bestia gigante, con seis cuernos ardientes en la cabeza, era una bestia fugaz, un demonio. Si se le miraba sólo se verían dos colores: el amarillo y el rojo. Los colores del fuego. Sería la criatura con más fuerza de Ancaria, y de las más fuertes del inframundo. Eso pensó. Acabó de pronunciar.
En sus manos había una luz poderosa, esa luz era la energía del símbolo del libro y de sus pensamientos y palabras. La lanzó hacia el hexágono.
El hexágono se iluminó, y soltó unas chispas, cada vez más, hasta que las chispas formaron una esfera con luz propia. Era un espectáculo digno de admiración, aunque Shaddar ya estaba acostumbrado a estas cosas. De repente, la esfera se volvió negra, y las chispas cesaron. La esfera iba creciendo, iba adoptando el cuerpo de bestia tal como Shaddar lo predijo, pero no estaba programado que la esfera se volviese negra y creciese tan deprisa. Luego, todo pasó muy rápidamente. La esfera negra creció, y siguió creciendo, hasta que pasaba los limites, si seguía creciendo el hexágono no aguantaría, la esfera no tendría fuente de magia y explotaría, entonces todo saldría volando. Hasta que la esfera tomó la forma de bestia definitiva, pero negra en lugar de amarilla y rojiza.
“Algo ha debido fallar”, pensó Shaddar. “He seguido todas las instrucciones al pie de la letra, y, aún así, he fracasado”.
La bestia, por fin, tomó sus colores debidos, y Shaddar sonrió, aliviado. “Demasiado estrés” se dijo Shaddar, “Pronto se acabará”.
La bestia miró a los ojos del hechicero, y él se estremeció. El demonio se acercó al mago, destruyendo todo lo que había a su paso.
Shaddar miró al hexágono, entonces vio su error, y se horrorizó.
Faltaba uno de los vertex de polígono.
Eso era terrible, porque la invocación podría resultar defectuosa y se volviese contra el invocador.
Intentó protegerse con todos los hechizos de protección y defensa que sabía, aunque la bestia siguió acercándose. Decidió atacar, lanzó chorros de agua y ciclones, pero el demonio se iba acercando.
Lo último que vio el nigromante fue la cara gigante del demonio delante suyo, antes de que el gran nigromante muriera carbonizado.

2 comentarios:

Elahi dijo...

Estoy trabajando en esta historia, i la voy desarrollando, esta inspirada en el juego "Sacred"

Leyna dijo...

Me encanta el relato, la manera de contarlo.Magia, hechizo, intriga y todo lo que se esconde tras los sueños que tuvimos cuando éramos polvo cósmico.
Sigue escribiendo.
Leyna Tez.